
Desde el 2023, la guerra civil en Sudán ha provocado el desplazamiento y muerte de más de 12 millones de personas según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En el noreste de África, uno de los continentes más golpeados por las consecuencias del colonialismo, Sudán está viviendo desde el año 2023 una nueva guerra donde, como siempre, las principales víctimas son las mujeres y niños sobre los que el hambre, las enfermedades y la violencia sexual están haciendo estragos.
Aunque este conflicto entre el Ejército de Sudán y la milicia paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido puede considerarse reciente, el país arrastra décadas de conflictos internos, enfrentamientos entre grupos étnicos, desigualdades estructurales y episodios de violencia sistemática.
El colonialismo británico, compartido con Egipto, es un antecedente importante del estado de inestabilidad y guerra permanente que se vive en Sudán. En su afán de “dividir para reinar”, Gran Bretaña provocó una profunda grieta entre el norte musulmán árabe y el sur del país, principalmente cristiano y animista. Después de la independencia en 1956, estas divisiones creadas durante el período colonial se descontrolaron y contribuyeron a los conflictos internos y guerras civiles que marcaron los primeros años de independencia.
Por otro lado, la industria armamentística, se beneficia con la continuación de la guerra a costa del sufrimiento de millones de personas. En este caso los mayores proveedores de armas, según un informe de la agencia Reuters, provienen de países como Emiratos Árabes. Si bien su gobierno lo niega este sería el principal origen del armamento del que dispone el ejército paramilitar. Otras fuentes también señalan a países como Rusia y China. Según el diario El Guardian, fuerzas especiales ucranianas están operando en Sudán en apoyo al ejército del país contra los mercenarios rusos del grupo Wagner, definida como una compañía militar privada que actúa respaldada por su gobierno, alineados con las Fuerzas de Apoyo Rápido.
El saqueo económico también es un importante ingrediente en esta guerra: dos empresas mineras de Sudán vinculadas a Wagner han sido acusadas de contrabando de oro que es una de sus principales riquezas y también una de las principales causas del saqueo que sufre Sudán desde tiempos inmemoriales.
Emergencia de género
De esta forma, algunas organizaciones humanitarias y la ONU describen la situación de las mujeres en una guerra que se desarrolla en medio del silencio, o peor aún, de la complicidad de quienes se benefician del conflicto.
En Sudán, más de un cuarto millón de niños están desnutridos, las aldeas son arrasadas por limpiezas étnicas y la ayuda humanitaria rara vez llega. Pero, como advierte Amnistía Internacional, son las mujeres y las niñas quienes pagan el precio más alto de esta guerra.
La misión de ONU Mujeres, constató que la violencia sexual y de género, en particular la violación en grupo, es generalizada en todo Sudán.
El conflicto ha destrozado la vida de mujeres y niñas de manera desproporcionada. Millones se han visto desplazadas, despojadas de sus medios de vida, expuestas a niveles crecientes de violencia de género y empujadas a padecer hambre extrema. Según el mismo informe, el 75% de los hogares encabezados por mujeres no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias básicas, y la inseguridad alimentaria grave casi se ha duplicado en un año.
“Las mujeres no dirigen esta guerra, pero son las mujeres las que más sufren”
Mujeres y niñas corren peligro en los campos de desplazados, durante el tránsito y cruces fronterizos. No existen lugares seguros. En las zonas controladas por las Fuerzas de Seguridad Revolucionarias (RSF), han sido secuestradas, sometidas a uniones forzadas o retenidas como esclavas. Si pueden sobrevivir a este horror, en general no vuelven a sus hogares o bien porque ya no les queda familia o porque son rechazadas y estigmatizadas como consecuencia de haber estado en situación de esclavitud sexual.
Las víctimas y sobrevivientes carecen de atención sanitaria y de justicia. Una mujer violada en Omdurmán, al norte del país, dijo ante representantes de Amnistía Internacional: “Las mujeres no dirigen esta guerra, pero son las mujeres las que más sufren. Quiero que el mundo entero conozca el sufrimiento de las mujeres y niñas sudanesas y se asegure de que todos los hombres malos que nos violaron sean castigados.”
Lejos de responder a estas demandas, el mundo sigue en silencio.