
El escritor y periodista Daniel Rovira Alhers, tuvo a su cargo la elaboración de parte del catálogo ¨El Maestro y los compañeros de Gurvich en el Taller Torres García¨ que se expone en: Museo Gurvich, Museo Histórico Cabildo, Espacio Saez, Estudio Auditorio del Sodre y Museo Torres García.
Roberto Saban: Más de 50 alumnos tuvo el TTG, muchos olvidados, otros consagrados. De casi todos tú has escrito en el primer tomo del catálogo de la esta exposición. A cada uno le diste un subtítulo, empecemos por saber algo del maestro, la chispa energética de Joaquín Torres García.
Daniel Rovira:- Hablar del Maestro es hablar de una circunstancia destacada. No en balde la escuela de Torres García es la única que hubo en toda América Latina. Y esa importancia se debe al dinamismo, la energía, entre comillas, la locura que tenía Torres García y que la transmitía a la juventud de los años cuarenta y cincuenta, que fueron fundamentalmente los que llegaron a conocer su forma de ver el arte y su forma de enseñarlo.
Torres García es para mí como un “abre puertas”, el mundo del arte era una cosa antes de Torres y fue otra cosa luego de Torres.
A tantas décadas de su desaparición física, y la de la mayoría de sus alumnos, solo quedan dos compañeros con nosotros, el arte de Torres García y de sus alumnos es un tesoro nacional que mucha gente lo considera así, incluso gente que no comulga o no comulgó con las ideas que Torres García llevaba adelante.
Entonces, para mí Torres García es el demiurgo del arte contemporáneo uruguayo que empieza a mediados del siglo XX y que en estos días, concita el interés del público en cinco muestras muy interesantes, muy nutridas de obras, muy documentadas, y que de alguna manera he participado también en esta gran empresa.
RS: Decías de la locura de Joaquín, ¿cual era la pasión que lo animaba a esto?
DR: Evidentemente es a través de terceros el conocimiento. Que en esa época, una persona entrada en años, y para la época mucho más que mayor, haya hecho en poco más de diez años 600 conferencias, eso solamente es un hito.
Si a eso le agregamos el trabajo con los alumnos, la libertad creativa, pero a su vez, la disciplina al trabajo, son una serie de herramientas que, juntas, dan nacimiento a este fenómeno; algunos dicen que participaron alrededor de 150 jóvenes, algunos con estadía muy breve, a través de los años que estuvo el taller abierto.
En esta muestra que estamos presentando con la Fundación Gurvich hay unos cincuenta artistas.
De esa cantidad, yo tuve el placer de trabajar con cerca de 40 historias de esos maravillosos artistas que siguieron a ese hombre tan intrépido y tan fuera de lo común en la Montevideo de esa época.
RS: Porqué crees que Torres García logró eso?
DR: El Maestro tenía un método, un profundo conocimiento filosófico de las culturas precolombinas, de la cultura europea, creaba una simbiosis especial, y la forma en que trasmitía ese conocimiento es lo que lo hacia único.
El Arte de Torres García significó un quiebre en su época, francamente duro, para ese momento artístico uruguayo. Había mucha gente que estaba en contra de lo que hacía Torres García y todos sus alumnos.
El enfrentamiento fue entre el Arte, entre comillas, contra los muchachos que venían de la mano de Torres. Los epitetos pueden multiplicarse. En su momento -y esto es bueno tenerlo presente- para ninguno de ellos, empezando por Torres García, fue fácil.
Nosotros desde nuestro tiempo lo vemos con cierta facilidad, pero en su época no fue asi. Fue una lucha constante, inclusive para poder sobrevivir haciendo lo que hacían.
RS: Por ser mi compatriota en la Argentina, empiezo a pedirte que nos hables de Edwin Studer, autor de los ornamentos de la ex Embajada de Uruguay en la Av. Las Heras de Buenos Aires.
DR: Edwin Studer fue un pintor del Taller Torres García que se manifestó también a través de la aplicación de la enseñanza torresgarciana, en la arquitectura. Es muy valioso lo que hizo.
Hubieron varios pero creo que él fue la persona más destacada en ese sentido.
Porque digo entre una cosa y la otra, porque en el taller, empezó siendo pintor, siguiendo las líneas tradicionales del taller, el manejo del dibujo, el manejo de la paleta que se empleaba en el taller, etc., pero después se fue retirando de eso, y se instala de alguna manera, en el apoyo a trabajos referidos a edificios, el famoso Urnario del Cementerio del Norte, y el trabajo que hizo en la ex embajada uruguaya en Buenos Aires es singular, muy atrayente.
Pero hablando de argentinos hay varios: Antonio Pezzino, por ejemplo. Que era cordobés, es uno de los tantos jóvenes que se enteran de la existencia de Torres García, deja todo y se viene a Montevideo.
Él con un amigo se instalan aquí y comienza a ir a clases en el taller. Dejó atrás lo que venía haciendo para agarrarse fuertemente a la enseñanza de Torres.
El caso de Pezzino fue, además, un valiosísimo aporte a lo que era la publicidad, el diseño gráfico, muy importante.
Yo llegué a concerlo ya que trabajamos en el mismo lugar.





