25 de Mayo del 2024
Ismael Muller
A 56 años del Mayo Francés
La imaginación (uruguaya) al poder
Mayo francés de 1968
Foto: https://www.flickr.com/

No tan presente en el imaginario social como el Mayo Francés, Uruguay tuvo su propio ciclo de protestas estudiantiles en el 68 que fue determinante en el panorama político de los años posteriores

Es mayo, pero de 1968. Es un típico día primaveral en París y en un café un grupo de jóvenes aguardan la puesta del sol. No hablan, la discusión parece haber terminado. Ahora solo comparten miradas cómplices. Como un hábil depredador, parecieran estar esperando con sigilo el momento propicio para atacar a la presa. Saben que en unas horas las calles serán de ellos. En el medio de la mesa, escrito en una servilleta, la consigna del día: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

En mayo del presente año se cumplen 56 años de lo que se conoce como el Mayo Francés: un ciclo de protestas estudiantiles y sindicales multitudinarias ocurridas en Francia, con su centro en la capital París. Fueron reacciones espontáneas frente al contexto de crisis social, política y económica que se vivía tanto en el país galo como en el mundo. Supuso la mayor revuelta estudiantil de la historia del país, con la ocupación de la Universidad de La Sorbona por más de un mes, y posteriormente también la mayor huelga general de su historia. Se estima que se movilizaron alrededor de 9 millones de personas y que murieron siete a causa de la represión policial.

Como un eco se replicaron movilizaciones estudiantiles y sindicales alrededor del globo: en EE.UU contra la guerra de Vietnam, en España contra el franquismo; en Latinoamérica tres países tuvieron su ciclo del 68: México, donde ocurrió la masacre de Tlatelolco, Brasil y Uruguay. A partir de este momento, la juventud se erige como actor importante del cambio social en su rol contracultural. Adquiere un rol incipiente a la hora de resistir o luchar por cambios sociales y comienza a utilizar el espacio público como lugar de expresión a través del grafiti o de los cortes de calle.

Si bien muchas de estas manifestaciones tuvieron como causa algo coyuntural y concreto, las reivindicaciones fueron generales y abiertas. No hubo un claro lineamiento ideológico. Se dio una fusión de causas tan diversas como el pacifismo, el ecologismo, el feminismo con movimientos políticos como el anarquismo, el trotskismo y sociales o artísticos como los beats o los hippies. Lo único en común que parecían tener era un ímpetu por enfrentar los convencionalismos sociales.

LAS REVUELTAS EN URUGUAY

Uruguay, por su parte, tuvo su propio ciclo de protestas estudiantiles y sindicales en 1968. Luego de dos gobiernos colegiados blancos el país se veía sumido en una crisis social, política y económica. En las elecciones del 66 ganó Oscar Gestido del Partido Colorado. Para contrarrestar el estado de conflictividad y crisis recurrió por un lado a las Medidas Prontas de Seguridad que suspendían los derechos a huelga, reunión y expresión; y por el otro, siguiendo las sugerencias del Fondo Monetario Internacional, restableció un mercado unificado de cambio y devaluó la moneda nacional. Al finalizar el año 67 la inflación superaba el 100%, la más alta de la historia del país hasta ese momento.

En diciembre de 1967 muere Gestido y es sucedido por su vicepresidente Jorge Pacheco Areco en lo que se conoce como un “giro autoritario”. A una semana de su asunción en el cargo presidencial Pacheco Areco ya había promulgado un decreto de proscripción al Partido Socialista. Posteriormente serían clausurados dos periódicos y proscriptas varias organizaciones de acción directa como la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) o el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU).

Como en muchas partes del mundo, en Uruguay se produjo una intensificación de las manifestaciones durante este año. La tensión y el descontento acumulados durante la última década se vieron expresados en un ciclo de al menos seis meses de manifestaciones. “Es común que los ciclos de protesta estudiantil se originen en causas de vida cotidiana pero lo raro del 68 es que se recrudeció avanzado el año, una vez ya conseguido el descenso del precio del boleto”, cuenta en diálogo con Portal APU la historiadora uruguaya Vania Markarian, autora del libro El 68 Uruguayo.

A partir de ahí, se dio comienzo a la irrupción de la juventud en el espacio público montevideano a través de ocupaciones de locales, peajes en los cortes de calles para juntar dinero y “sentadas” para interrumpir el tráfico en los alrededores de sus centros de estudios. Entre mayo y junio se dieron muchas movilizaciones que siempre acabaron de la misma forma: con represión policial. Como causas del recrudecimiento del que habla, Markarian identifica “la respuesta represiva del gobierno”, “una coyuntura continental de mucha movilización y horizonte revolucionario” y  “la asociación entre juventud y rebelión contra el orden establecido”.

SER JOVEN ERA SER REVOLUCIONARIO

“La asociación entre juventud y rebelión es, como todo, algo históricamente situable”, explica. A partir de la década del cincuenta hubo “una explosión de la matrícula en establecimientos educativos” lo cual generó un nivel de formación que derivó en un “cuestionamiento de los jóvenes hacia sus figuras de autoridad y al funcionamiento de la sociedad en general”. En este momento se afianza la idea de la juventud como una etapa de la vida en la que “ya no son niños bajo la tutela de sus padres pero tampoco son adultos integrados al mundo del trabajo”.

En agosto, se da un hecho que encendió todavía más la llama de la revuelta: el asesinato de Líber Arce a manos de las fuerzas represivas. Alrededor de 200 mil personas acompañaron su entierro. Esa noche se produjeron actos de vandalismo en la zona céntrica de Montevideo. La policía no se hizo presente. Como consecuencia de este suceso las manifestaciones se tornaron más violentas y destructivas a través del uso de bombas incendiarias, piedras y otros proyectiles, construcción de barricadas, incendio de vehículos y saldos de decenas de heridos y detenidos.

La postura de los partidos políticos frente a esta rebelión juvenil fue tan dispar como el espectro político. Desde los sectores conservadores que la rechazaron aludiendo a la “disolución de los valores tradicionales” hasta los sectores de izquierda que detectaron (tarde) “el potencial de esta actividad juvenil y su capitalización en términos políticos”. De todos modos, la mayoría de los manifestantes estaban ligados a la izquierda. Los tres jóvenes asesinados por la represión policial, Líber Arce, Susana Pintos y Hugo de los Santos, formaban parte de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). En términos estadísticos, el ciclo de protestas “benefició a los sectores de izquierda” como el Partido Comunista o el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) que vieron incrementado su número de afiliados. Lejos de desmovilizar, la represión policial radicalizó a los jóvenes manifestantes.

Esto también se vio reflejado en la cultura. “Va a haber un cuestionamiento hacia el vínculo entre los intelectuales y la política, entre la cultura y la política”. Se va a promover la supremacía de la revolución frente a la actividad artística, y van a haber muchas personas ligadas a la cultura que se van a convertir en guerrilleros. Algunos morirán en el intento, otros volverán a sus disciplinas una vez finalizado el fervor revolucionario.

A fines de setiembre, se produjo en enfrentamientos con las fuerzas represivas la muerte de dos estudiantes terciarios, Hugo de los Santos y Susana Pintos. El ejecutivo decretó la clausura de cursos en Secundaria, UTU y la Universidad hasta mediados de octubre. A partir de allí las manifestaciones comenzaron a decaer y se retomaron recién al comienzo del siguiente año lectivo en un contexto distinto al del 68.

Y SI MAÑANA ES COMO AYER OTRA VEZ

Markarian usa una frase de la canción de Charly García Cerca de la Revolución para dar una mirada del 68 desde el presente: Y si mañana es como ayer otra vez, lo que fue hermoso será horrible después. “Los jóvenes que en su momento fueron héroes y mártires de la revolución pasaron a ser víctimas de las violaciones a los DD.HH”. Esto, dice la historiadora uruguaya, es producto, más que de un cambio político, de un cambio cultural: “la relación entre poner el cuerpo para defender unas ideas se invierte y ahora tenemos una ideología cuya misión principal es defender la integridad física de esos militantes”.

Alude a su propia experiencia generacional en tanto hija biológica de esos rebeldes del 68, para dar cuenta del devenir de la juventud a la salida de la dictadura. “Éramos los primeros jóvenes de la historia. En el mundo no, pero en Uruguay sí. Sexo, drogas y rock n roll se nos aplicaba a nosotros por primera vez”. Esto se dio así debido al corte de transmisión cultural que supuso la dictadura. “Fue como aprender de cero a ser joven”, sentencia.

“Estamos en un momento muy complicado para pensar el 68 que para muchos de estos sectores es el principio del fin porque reivindican un mundo de armonía y de valores que es el que los 60 habrían destruido”, dice Markarian refiriéndose a las nuevas derechas libertarias cuya base principal está en la militancia juvenil. “La apertura de los sesenta en grandes áreas de la vida fue muy efímera”, sentencia. Además, expresa que “es mucho más relevante para comprender el presente la contraofensiva conservadora que se da en las décadas siguientes a la del sesenta”.

A pesar de tener una hija de 18 años, la historiadora dice  no ser optimista. Aunque acepta que ahora existe más libertad individual entiende que “no se traduce en cambios sociales a largo plazo”. “Quizá el feminismo, que es el ismo que todavía persiste”, acota dubitativamente. Su única esperanza es que “lo nuevo sea tan nuevo que no sea capaz de reconocerlo”.